domingo, 19 de junio de 2011

Me presento






No lo puedo negar, confieso que soy un enamorado perdido de mi pueblo. Confieso que me pierdo en el intrincado bosque de los recuerdos y las nostalgias del pasado. Huelo aún la hierba seca o el heno, que es lo mismo, que cubría los prados y la veiga con el comienzo del calor del verano. Me embriago con la explosión del color y la vida salvaje que brota cada primavera en el monte y la ribera... y los trinos en concierto del ruiseñor y el piturrollo en cada amanecer o el concierto nocturno del croar de las ranas en las charcas, (Valdiguicia, el pozancón, en las pozas).

Y el silencio, escuchar el silencio profundo, un silencio como un bálsamo que lo cura todo, un silencio que envuelve el pueblo como un manto suave, que acaricia y remansa los ánimos. Escucharse a uno mismo desde siempre, desde la infancia, desde cuando tirábamos piedras en el río o en la poza para capar el agua, o buscábamos los nidos o corríamos tras los pollos de perdiz o hacíamos trastadas en el baile delante de la iglesia tirando algún petardo a las piernas de las mozas o robábamos las colillas de los cigarros que los viejos dejaban guardados en las grietas de la pared a la entrada de la misa o...
Valleluengo, mi pueblo, es eso y es todo, es una parte entrañable de mi vida y es el remanso tranquilo que busca el caminante. Es una invitación de bienvenida para todas las personas de buena voluntad.