Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados,
sobre los pardos tejados,
sobre los campos, llueve.
Lloran las
hojas
lágrimas de
lluvia,
sangre de
lluvia,
sobre una
tarde de otoño.
Gotean las
pardas hojas
de la
higuera y de la peral grande,
de los
negrillos, el manzano y el nogal.
Arrecia la
lluvia
y golpea
con saña los cristales.
Mi corazón
late
y siente el
sabor amargo
de la
soledad.
Tan solo el
viento
(y algún
que otro perro suelto)
ocupan las
calles,
murmurando(o ladrando)
al silencio
que dejó la ausencia.
No da
abasto esta lluvia compasiva
para cerrar
el boquete de la herida,
la hemorragia
la hemorragia
Recupero aquí unas líneas que escribí y publiqué en este blog en el otoño de 2012. Los mismos síntomas, los mismos sentimientos y las mismas inquietudes ahora y entonces.
Desnuda está la tierra,
y el alma aúlla al horizonte pálido
como loba famélica. ¿Qué buscas,
poeta, en el ocaso?
¡Amargo caminar, porque el camino
pesa en el corazón! ¡El viento
helado,
y la noche que llega, y la amargura
de la distancia!... En el camino
blanco
algunos yertos árboles negrean;
en los montes lejanos
hay oro y sangre... El sol murió...
¿Qué buscas,
poeta, en el ocaso?
Antonio
Machado
El viento helado... la noche... la amargura... y la distancia... El sol murió y el ocaso anegó de sombras la noche callada. (El poeta A.Machado expresa en estos versos su dolor por la pérdida de su amada Leonor. Yo se los pido prestados para expresar el sentir y la pena; para soltar los amarres del dolor y romper los cercos del silencio ... para declarar una lucha sin cuartel contra el destino.)
La lluvia, pegada a los cristales, rememora estampas de otros tiempos. La lluvia mansa, que serena las nostalgias. La lluvia como bálsamo.