miércoles, 26 de octubre de 2011

MIEDOS EN VALLELUENGO


El miedo ha sido una de las armas más poderosas que, desde que el hombre es hombre, han utilizado los que han ejercicido cualquier tipo de poder. Todos los mandatarios que en el mundo han sido se han dado cuenta de que el miedo ATA, el miedo FRENA, el miedo ANULA voluntades y conciencias y, por tanto, no han dudado en manejarlo a su antojo para CONTROLAR y DIRIGIR.

En VALLELUENGO, cuando las chimeneas aún estaban en flor y respiraban a pleno pulmón, el miedo asomaba las orejas por todos los rincones. Corrían los años 50 y los años 60 y, como es sabido que las habas se cuecen en todas partes, pues la CULTURA DEL MIEDO era uno de los signos de la época, a lo largo y a lo ancho de la extensa piel de toro. Era el miedo ejercido por papá ESTADO (dictadura); el miedo metido en el cuerpo por el CURA y el MAESTRO (...en Valleluengo eran maestras, no empecemos...); el miedo (cagarte de miedo) con las COPLAS, las LEYENDAS y los CUENTOS... (El miedo como CONTROL mantenía a las gentes SUMISAS, RESIGNADAS - lo contrario justamente de INDIGNADAS...)

Y en ese contexto hay un miedo PROTECTOR, PATERNALISTA, es un miedo doméstico, ejercido desde CASA: los padres meten miedo a sus hijos con el fin de librarles de posibles peligros: el miedo a lo que pueda ocurrir, a cualquier desgracia, Dios no lo quiera: que se AHOGUEN en el río, en alguno de los pozos, se EXTRAVÍEN, miedo a GENTES EXTRAÑAS, miedo al LOBO... etc.

Quien más quien menos hemos tenido EXPERIENCIAS de esos miedos y quien más quien menos tenemos el recuerdo aún marcado por las huellas imborrables de algunas de ellas. (Los miedos en la INFANCIA penetran y se quedan, conformando o deformando el carácter, la forma de ser del individuo...)


 Al hilo del rollo de arriba han salido estos versos.

No te bañes en el Pilo
ni en la poza los Chiqueros
o en la presa del Molino
a la sombra los humeros.

Los calores de la siega,
que producen los sudores,
se sosiegan en la era
con la muña, sí señores.

Ojo al pozo el Puzancón,
¡uy! la peña de los Moros,
de la Zorra, ¿y el Papón?,
acojono hasta en los poros.

No te alejes del poblado,
los malvados sacauntos
te hacen jijos de un bocado
y se quedan tan a gusto.

¡Ay mi abuela!, viene el lobo
por el hondo el Sardonal,
lo repiten como loros
to las viejas del lugar.

Y esta es la historia del miedo,
rapaces de Valleluengo,
¿fue levadura o hirmiento
de aquestos comportamientos?


miércoles, 12 de octubre de 2011

PUERTAS Y VENTANAS




ASÓMATE A ESA VENTANA

La historia achisma perezosa,
abre sus ojos legañosos
y nos mira recelosa.










somos memoria, solo memoria,
recuerdos desmelenados
en el huracán del tiempo

lunes, 10 de octubre de 2011

PUERTAS Y VENTANAS



Los recuerdos se refugian detrás de las puertas y ventanas cerradas a cal y canto.

 La carcoma, el tiempo y el olvido han hecho mella.

 



 


 Puertas y ventanas que reniegan de la luz y del aire fresco de la mañana.


 La huella del tiempo. La historia esculpida sobre las arrugas de la piedra, la tapia o el adobe. Tu historia y la mía, la historia del pueblo.



 Puertas y ventanas que adivinan historias familiares enraizadas, sujetas a la tierra.

Somos memoria, no más que memoria.

domingo, 19 de junio de 2011

Me presento






No lo puedo negar, confieso que soy un enamorado perdido de mi pueblo. Confieso que me pierdo en el intrincado bosque de los recuerdos y las nostalgias del pasado. Huelo aún la hierba seca o el heno, que es lo mismo, que cubría los prados y la veiga con el comienzo del calor del verano. Me embriago con la explosión del color y la vida salvaje que brota cada primavera en el monte y la ribera... y los trinos en concierto del ruiseñor y el piturrollo en cada amanecer o el concierto nocturno del croar de las ranas en las charcas, (Valdiguicia, el pozancón, en las pozas).

Y el silencio, escuchar el silencio profundo, un silencio como un bálsamo que lo cura todo, un silencio que envuelve el pueblo como un manto suave, que acaricia y remansa los ánimos. Escucharse a uno mismo desde siempre, desde la infancia, desde cuando tirábamos piedras en el río o en la poza para capar el agua, o buscábamos los nidos o corríamos tras los pollos de perdiz o hacíamos trastadas en el baile delante de la iglesia tirando algún petardo a las piernas de las mozas o robábamos las colillas de los cigarros que los viejos dejaban guardados en las grietas de la pared a la entrada de la misa o...
Valleluengo, mi pueblo, es eso y es todo, es una parte entrañable de mi vida y es el remanso tranquilo que busca el caminante. Es una invitación de bienvenida para todas las personas de buena voluntad.