Peque o Peica -que nos ha de dar lo mismo- es otro de los pueblos de buena vecindad con los que las gentes de Valleluengo nos hemos codeado y con los que, desde hace muchos años, hemos ido tejiendo la historia -las pequeñas historias- de nuestra patria chica.
NOS SITUAMOS
Miras el mapa y a uno le da la impresión de que Peque queda a desmano, desviado del camino, como corrido hacia la sierra, tal vez escondido o acurrucado a la vera de los prados y las huertas que baña el río Ribera -también llamado Fontirín-.
Allá al fondo se adivinan enhiestas las nevadas crestas de la sierra de La Cabrera, una vez que pasas Donadillo, Donado o Muelas de los Caballeros. Y se notan los aires, que llegan frescos y espabilan la modorra.
Peque es un pueblo que conserva tradiciones y formas de vida, que han ido perdiendo vigor en otros lugares. En las tarde soleadas las mujeres siguen aprovechando hasta el último rayo de sol, al amparo de las solanas, sentadas en el taburete o la banqueta. El pañuelo negro -o ya, tal vez ya, sea un pañuelo más atrevido, de colores vivos- cubriéndoles la cabeza y anudado al cuello, por debajo la "mamola" (barbilla - mentón). Pasan la tarde hablando de sus cosas, desgranando las noticias del día a día, tejiendo o remendando y hasta no hace tanto tiempo, armadas aún de la rueca y del huso, hilando las madejas de lana.
EL PASO DEL TIEMPO
Desde el alto de la Consolación se divisa un pueblo cambiado. Nada que ver con la imagen que uno aún retiene en la retina: aquellas calles llenicas de "tollo" (barro - lodo), que te hundías hasta la rodilla. Una imagen en blanco y negro, apenas en los años 70/80 -como si fueran tiempos medievales- (Lo mismico que pasaba en los demás pueblos. Entonces, a qué el escándalo...)
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Peque conserva aún vida y esperanza, 176 habitantes, según el censo de 2012, 98 mujeres y 78 hombres. Sin embargo, merma la esperanza al constatar que más del 70 por ciento de esa población es mayor de 60 años.
Tampoco han podido con el fantasma de la emigración, que se lo ha tragado todo. La gráfica de la evolución de la población desde el año 1900 lo dice todo. Cerca de 700 habitantes en el año 1950 y la caída en picado en los años 60. Después el goteo continuo. Peque, uno más, como los demás pueblos de la comarca.
EL RÍO FONTIRIN
La belleza del paisaje se refleja en el entorno de las aguas del río de la Ribera, también llamado Fontirín. Río de corto recorrido, 25 kms desde las sierras de Vega del Castillo hasta desembocar en el Negro, poco más abajo del pueblo de Peque. Río de vida corta, pero intensa, al que, con todo merecimiento, Mariano Estrada, un poeta de Muelas de los Caballeros, le dedica estos versos.
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¿A dónde vas, Fontirín,
por esa hondura tan fresca?
al Negro, al Tera y al Esla.
-
¿Y ese ropaje de luces,
Oscuro verde de humero?
-
Es mi vestido de gala
para soñar con el Duero.
-
El Duero, agua inocente,
no es río para soñar.
No tiene ya enamorados
que quieran irlo a mirar.
Es haragán, está sucio
y no se quiere enmendar.
-
Mis aguas van a un destino
que yo no puedo burlar.
Si el Duero es mi purgatorio
es que mi cielo es el mar.
De
“Trozos de Cazuela Compartida”
PEQUE / VALLELUENGO
Desde Valleluengo pueden ser unos 14 kms, si vamos por la carretera, pero si lo hacemos a pie, "atrochando" (atajando) por los Chiqueros - Camino Peque - Las Llamas de Peque o, si quieres, también podremos ir por el camino más abierto y más limpio, por la Rodera el Carro (Camino los Carros para los de Peque), pues nos metemos allí en poco más de una hora y media, y habremos andado en torno a los 8 kms.
Las querencias entre ambos pueblos vienen de muy atrás porque las razones, por lo general, han sido de corte o de trato económico/comercial. Y es que una de las ocupaciones de muchos vecinos de Peque, desde hace muchos años, ha sido la venta ambulante. Madoz (mediados del s. XIX) destaca la cantidad de vecinos que se dedicaban al comercio y a la arriería (arrear..., referido a la venta ambulante a lomos de caballería).
Llegaban a Valleluengo por el camino de los Chiqueros y recorrían casa por casa. ¡Patrona! -"tuntuñaban" (llamaban golpeando) a la puerta y, si no abrías, entraban hasta la mitad del corral, -tal era la confianza que había-. Era un servicio a domicilio: prácticamente todo lo que se necesitaba en casa: la harina para amasar, el vino, la loza, ropa, las mantas... A veces admitían el trueque como forma de pago (os acordáis, ¿no? de lo de los "huevos" de la ti Petronila... Ella le daba la docena de huevos a Olibor a cambio de aceite o de naranjas..., los huevos cada vez valían menos y lo demás... - "¡Ay que ver con el hombre éste! Los huevos pa bajo y lo demás siempre pa rriba..."
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EN LAS FERIAS Y EN LAS FIESTAS
Valleluengo era lugar de paso para la gente de Peque, que iban a las ferias o a las fiestas de Rionegro (La Carballeda, el Martes de Pascua). Asomaban por la puerta de la ti Gregoria (casa de Victoriano) y escumbrían Camino Viejo arriba. Llegaban montados en los burros. Ellas, sentadas sobre las alforjas, recatadas, modositas, la saya entallada bajo las piernas, medias de lana, de negro riguroso, que sujetaban con sendas ligas por encima de la rodilla. Menudo escándalo, cuando fulanita, que por estar en Francia se atrevía a vestir pantalones ajustados y a estancarse como un hombre sobre la albarda (peor aún, si el burro fuera a pelo...). Otro tanto de lo mismo ocurría en los pueblos vecinos, que no se alarme nadie.
Si se trataba de las fiestas mencionadas, la novedad estaba en que sobre alguno de los burros se transportaba la cruz de plata y el pendón, que encabezarían la procesión del pueblo -en este caso de Peque- para entrar al santuario (desde el otro lado del puente).
Pasaba lo mismo cuando los de Valleluengo iban a la Consolación (el domingo siguiente a la Carballeda) o a la Peregrina (en Donado).
Camino por el que íbamos a la Peregrina (salida de Peque |
Y EL FÚTBOL