miércoles, 31 de octubre de 2012

LA HOGUERA DE LOS SANTOS



La noche del Día de Todos los Santos, la noche del 1 al 2 de noviembre, se encendía una gran hoguera al lado de la iglesia, frente a la fachada del campanario. Los mozos (en exclusiva, "aquí las mozas no pintaban nada", -ojo, lo decía la gente, no yo-) se encargaban de todos los menesteres. Acarreaban la leña - leña verde de encina - y los mañizos de paja larga (mangados de los mederos que había en Traslugar - el dueño los echaría en falta al día siguiente y casi seguro que habría retronca (bronca) -). Disponían la leña formando como un gran cono, colocada de tal modo que no se desmoronase hasta que se fuera consumiendo. Los mañizos de paja hacían de yesca y avivaban el fuego.

A la salida del rosario (la novena de las Ánimas) la gente se congregaba alrededor de la hoguera y el mozo más veterano o el más avispado (a mí me suena como que existía la figura del "alcalde de los mozos") prendía el fuego y de allí no se movía nadie hasta que las llamas amainaban y la leña se había convertido en burrayo (brasas). Los rapaces seguíamos boquiabiertos el rumbo de las chispas o pavesas, porque nos habían dicho que aquéllas eran las ánimas del purgatorio que se dirigían hacia el cielo, una vez purificadas de todos sus pecados. Nos lo creíamos a pies juntillas y no terminábamos de entender por qué, una vez que se apagaban, regresaban de nuevo y caían sobre los tejados o en el suelo, deshaciendo de ese modo el hechizo o la gracia del cuento.

La hoguera estaba ligada con la celebración de la noche de Ánimas. En el rosario de esas noches se leía una historia "ejemplar" relacionada con el tema: "...se quedaron aterrados ante la visión... ardiendo en llamas... consumiéndose en el fuego... retorciéndose en aquel terrible... era su propia hija... su hija del alma que había muerto en... aprended, cristianos, la lección... estad alerta, porque... " Cuando había cura en el pueblo, celebraba misa por la noche, salían en procesión y bendecía la hoguera, mientras entonaban los cantos monocordes y monótonos, apropiados al momento: 
"Romped, romped mis cadenas,
 alcanzad mi libertad,
¡cuán terribles son mis penas!
Piedad, Señor, piedad.

Ese fuego tenebroso,
fuentes y mares furiosos..."

De acuerdo, era lo que entonces había y no hay más vueltas que darle. Sinqueasí (que dirían los más viejos), es decir, de cualquier modo, podemos hacer un pequeño esfuerzo y ponernos en situación para entender mejor la cosa, me refiero al acojono, al canguelo. Entonces no había luz eléctrica. La luz  en la iglesia era la que proyectaban las velas (velas en los altares y los velandones de los hacheros -velas gordas y altas parecidas a los cirios pascuales-) y en la calle alumbraba la luna, cuando la había. Bien, pues imaginaos a los rapacicos, que podrían estar distraídos en el rosario (que era lo más lógico y normal), pero seguro que no se perdían ni una coma de esas "historias para no dormir", de manera que al salir de la iglesia iban cosidos a la saya de su madre por la calle arriba o por la calle abajo hasta llegar a encender el candil de petróleo en la cocina de su casa, luego llegarían los sueños cargados de fantasmas... (Me viene a la memoria una anécdota que tiene que ver con esto de la falta de luz en las calles y, además, por estos mismos días. Cuentan que uno de esos días de novena, un mozo -que no diré el nombre- se fue, como solía hacer todas las noches a la salida de la iglesia, tras la moza de sus sueños. La noche estaba oscura como la boca del lobo y él siguió los mismos pasos y el mismo recorrido de siempre. Las mujeres solían ir al rosario arropadas con el típico mantón negro, la cabeza cubierta con pañuelo del mismo color o con velo, aunque en estas noches ya frías  la tapasen también con el mantón. El mozo al que me refiero divisó un bulto negro que se movía delante de él y allá que se fue. Cuando le dio alcance hizo lo de siempre - hizo lo que hacían todos, ¡qué narices!, aquí que nadie se escaquee ahora -, la abrazó por detrás  -la apechugó- y se puso a rebecarla con pasión (tocarle, apretarle las tetas). Aquel bulto negro, que el mozo confundía con su moza del alma, se echó a reír a carcajadas y le dijo, desternillándose de risa: "Aprieta, aprieta bien, hijo, que si te parece que las chupaste poco..." (¡Menudo chasco!).

Los mozos tenían que velar para que el fuego no se apagara en toda la noche y deberían subir al campanario cada cierto tiempo para encordar (tocar a muerto). En compensación tenían al lado la garrafa de cántaro del buen vino del Gato y una caja entera de sardinas, que asaban sobre las brasas de la hoguera. El resto de la noche se apaciguaba con castañas asadas y aguardiente. (Y aquí viene otra anécdota a cuento: Parece ser que a Celestino los mozos le quisieron jugar la típica broma del momento. Había subido a encordar y cuando ya bajaba la escalera se dio de bruces con un fantasma que apareció de improviso en el primer rellano. El susto fue mayúsculo, pero reaccionó y se dirigió al fantasma con una voz trémula y temblorosa, que apenas le salía de la garganta: "si eres ánima del otro mundo vete, pero si eres de éste, ahí te va - y lo dijo con más fuerza en la voz, estirando el brazo derecho, con intención de lanzarle una teja que cogió de una esquina del tejado de la iglesia - ". Naturalmente, el ánima puso pies en polvorosa y el pobre de Celestino tuvo que disipar el miedo pegándole un buen lingotazo a la botella de aguardiente.


Esas tradiciones se repiten en otros pueblos de La Carballeda, Aliste y Sayago, aunque la hoguera sólo la encuentro por la zona de Tábara. Se repite la velada de los mozos encordando, comiendo castañas, rezando en la iglesia, echando logas, etc. Son costumbres que se pierden en la noche de los tiempos y que provienen de ritos paganos, anteriores al cristianismo, posiblemente de los celtas. La hoguera, por ejemplo, tiene su origen en la cultura celta, lo mismo que el halloween (All Hallows´Evening = víspera de Todos los Santos. De origen irlandés, de origen celta o gaélico)Para los celtas el año tenía dos estaciones, el verano y el invierno. El año comenzaba el día 1 de noviembre (fin del verano e inicio del invierno) y ese día lo celebraban como un día de acción de gracias a los dioses por la cosecha recogida, por haber concluido felizmente la sementera y para pedirles se apiadasen de ellos y les concediesen una buena cosecha para el próximo año. Los tres últimos días del año eran proclives a la entrada en el poblado de los espíritus de los antepasados (las ánimas) y también de los espíritus malignos, contra los que habría que luchar. Por ese motivo se apagaban todos los fuegos, lámparas y teas en las casas, para no dar pistas a los espíritus que llegasen con malas intenciones. Si las almas de los difuntos regresaban al poblado era -pensaban ellos- para buscar a sus familiares y amigos y, entonces, eso suponía que se había acabado el ciclo de la vida y, tal vez, el fin del mundo. Si el día 1 de noviembre amanecía como siempre, aparecía de nuevo el sol en el horizonte y no se percibían signos de ningún fin de nada, entonces era señal de que empezaba un nuevo año, un nuevo ciclo, una nueva vida y la alegría se desbordaba. Para celebrarlo se encendían todos los fuegos de todas las casas y una gran hoguera en honor del dios sol, el dios de la vida, en torno a la cual todos los habitantes del poblado celebraban un gran banquete.

La última hoguera que se hizo en el pueblo fue en el año 1970. Doy fe porque yo intervine en el evento (No sé si se acordarán Angelito, Paco y Domingo. Que conste, en cualquier caso, que la bronca me la llevé yo. Claro, yo tenía entonces 23 añitos y ellos apenas 18).

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