jueves, 11 de octubre de 2012

LO QUE VALE UNA HEMINA






Dos heminas colgadas

La hemina - vale también emina - es una medida de capacidad, volumen o de superficie. En Valleluengo se ha utilizado, sobre todo, para las medidas del trigo y del centeno. Una hemina equivale a 14 kgs de trigo o de centeno, más o menos. La hemina estaba establecida como unidad, de modo que, a partir de ella, se derivaban otras medidas, con múltiplos y submúltiplos o divisores, igual que ocurre con el sistema métrico decimal (¡Vaya rollo eso de los múltiplos y divisores allá en la escuela!, el que no se acuerde que levante la mano). 

 MEDIDAS DERIVADAS                


  •   LA FANEGA                      3 heminas             42  kgs
  •   LA CARGA                      12 heminas           168    “
  •   EL CELEMÍN                 1/4 de hemina           3,5 “                                                            
(Una cuenta rápida con estas medidas nos puede dar la idea de la situación de pobreza en la que se vivía en el pueblo. Podéis hacer el cálculo: quien más quien menos recogía entre 5 y 10 cargas de trigo y entre 10 y 20 de centeno. Ese era el pan para todo el año y el pienso para las vacas y demás animales que había que mantener en casa. Echad cuentas y decidme si se puede vivir en esas condiciones.)

La hemina era también una medida de superficie, que equivalía aproximadamente a 1000 m2. El cálculo de esta medida estaba asociado a la cantidad de grano que se empleaba en la sembradura o sementera de esa finca. En Valleluengo se contaban con los dedos de una mano las tierras que tuvieran esa extensión. Y es que estamos hablando del minifundio, de fincas muy pequeñas, demasiado pequeñas para poderles sacar el rendimiento adecuado.

He subrayado a propósito las palabras con las que me refiero a la aproximación de las medidas, porque éstas, al traducirlas al sistema métrico no eran exactas al cien por cien. Y no eran exactas porque antes de establecerse con carácter universal el sistema métrico decimal (año 1889[1]), cada país y, dentro de España, cada región, tenía su propio sistema y, aunque, a veces, podían coincidir los nombres de las medidas, como en este caso, la hemina, no valía lo mismo en cada lugar[2]

Las dos heminas de la foto anterior
Pero yo no quería liarme con estas historias de si vale tanto o cuanto la hemina o el celemín. Con el título de este capítulo me quiero referir al valor de la hemina como pago de servicios varios, de las faenas más variopintas que marcaban el trajín cotidiano de las gentes del pueblo. Veamos:

POR AGUZAR[3] LAS REJAS.- (En el pueblo había varias fraguas: la fragua del pueblo – la fragua de Jesús el Cojo – la de Isidoro Toledo – la de Lorenzo y la de Ernesto. Más adelante, finales de los años 70, tenían que acudir a los herreros de Santa Eulalia o de Molezuelas. Cada vecino contrataba los servicios con el herrero que le pareciese, para aguzar las rejas u otros menesteres del oficio)
PRECIO.- Cada vecino entregaba una hemina de centeno al año por pareja de vacas.
Antigua fragua del pueblo, al lado de la fuente.


Restos de la fragua de Jesús el Cojo
Restos de la fragua de Lorenzo

POR LLEVAR LA VACA AL TORO.- (Cuando una vaca “andaba a bueis” – así se decía – o sea, que estaba salida y, por tanto, había que procurarle la asistencia del toro, pues se la llevaba hasta el pueblo o lugar donde éste estuviese. Que yo recuerde, casi siempre se llevaban a Rionegro, al toro del Tostón. También a La Milla y Molezuelas. Hubo algunos años que el pueblo contó con uno para uso exclusivo de su propia vacada y lo tenían alojado en la fragua del pueblo. Creo recordar que el ti Antolino tuvo uno también. En cualquier caso esto del toro se merece un capítulo aparte, ahora no toca.)
PRECIO.- Una hemina de centeno por cada cubrición bien hecha. Vamos a ver, que no es broma. Con lo de la cubrición bien hecha me estoy refiriendo a la garantía de las cosas bien hechas. En este caso a que la vaca debería haberse quedado preñada. Entonces decían "ha quedao o no ha quedao". En el segundo caso se volvía a llevar la vaca, se intentaba de nuevo y vamos a ver qué pasa.

POR LOS SERVICIOS DEL CURA.- El cura cobraba en especie los servicios que prestaba por su labor de párroco. Lo mandaba el quinto mandamiento de la Santa Madre Iglesia: “pagar diezmos y primicias a la Iglesia de Dios”. Los diezmos, que eran la décima parte de los bienes o ingresos de la gente, ya fueran en cosecha, de producción agrícola o ganadera o lo que fuere. Esas cantidades quedaron relegadas a otras épocas y en los tiempos de los que estamos hablando se fue quedando en la hemina, lisa y lironda, la hemina rasa.
PRECIO.- Cada vecino le entregaba una hemina de centeno al año. (Algunos en el pueblo me dicen que, por tratarse del cura, le llevaban la hemina bien colmada – bien llena – Otros, a los que yo doy más crédito, lo niegan y dicen que, ¡leches!, que le pasaban el rasero[4] más de una vez para no llevar ni un grano de más.

ADEMÁS(SEGUIMOS CON EL CURA)

Por los oficios de Semana Santa.- Cada vecino le daba una arroba de patatas (entre 11 y 12 kgs). Yo no llegué a conocer este pago.
Tras el nacimiento de un hijo/a.- La madre se “presentaba” en la iglesia, después de cuarenta días de haber dado a luz. A la entrada de la iglesia, en el portalico, el cura la recibía, la bendecía, la “purificaba” y, una vez limpia y pura, podía entrar en la iglesia.
PRECIO.- Una gallina ponedora.

COMO RECOMPENSA O LIMOSNA.- Es el caso de San Mamés. No sé si habría algún otro santo que se lo mereciese tanto. ¿Acaso las vírgenes romeras, como La Peregrina o La de Los Remedios?, no lo sé. Hombre, aquí no se llegaba a tanto como para soltar así sin más una hemina de centeno, aunque el favor que se le pedía al santo o a la virgen o aquel favor ya recibido, pongamos por caso, lo exigiese. – “Bueno, con una mostadica o dos iba aviao – me contesta alguien que se acuerda bien de todas esas cosas. Había algunos que sí le llevaban, igual hasta la “himina” entera, no te digo que no, pero eran los menos”.







4 comentarios:

  1. Me acuerdo de un chiste que me contaste un dia y que creo que viene al caso:
    Iba un niño llevando una vaca y le dice un paisano:
    -Donde vas con la vaca, rapá?
    -A que la monte el toro, le responde este.
    -Y eso no lo puede hacer tu padre?
    -Nooo, tiene que ser el toro.

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    1. No recuerdo haber contado ese chiste. De todas formas, si fue así, pues ahora viene al pelo. De lo que sí me acuerdo es de una anécdota que ocurrió por los años 80 en uno de los pueblos del Valle de Vidriales (no diré en cual). No es un chiste, fue tal cual.
      El veterinario estaba haciendo la inseminación artificial a una vaca. Al lado, sentada al sol, estaba la ti María, una mujerica con muchos años. Cuando terminó el veterinario, sacó la varilla y se la mostró a la mujer y le dijo: "Ti María, mire a ver usted..."
      La ti María, ya muy vieja y, por eso, muy sabia, le contestó: "¡Ay, D. Manolo, donde esté lo de antes...!

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  2. José te agredezco desde el alma estás clases de historia, estos relatos, son pequeños brotes de algunas de mis raíces que me hablan de un mundo lejano y tal vez mío, algo que me atrevesó y olvide. Gracias desde los cojones mismos. Te mando un abrazo. Matias.

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    1. Querido Matías/Tamura, las "gracias desde los cojones mismos" me han llegado al alma, aunque aquí, en España, es una expresión que no se usa tanto, pero yo la recibo como halago. No dudes que ese mundo, esas raíces también son tuyas. Ahora, con estos aparatos ya no hay mundos lejanos, sobre todo, porque tú y yo y todos los que nos miramos en estas páginas estamos decididos a comernos el mundo y a romper todas las fronteras. Abrazos para todos vosotros.

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