viernes, 23 de diciembre de 2022

SE ABRIÓ LA VEDA


Imágenes libres de regalías de Lobo ibérico (Shutterstock)
Yo he visto a un lobo que, de carne ahíto,
dejó comer los restos de un cabrito
a un perro ruin que presenció su robo.

Deja, ¡oh rico!, comer lo que te sobre,
porque algo más que un perro será un pobre
y tú no querrás ser menos que un lobo

Poema "A un rico", de José María Gabriel y Galán.
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¡Ay mi abuela!, que viene el lobo
por el hondo el Sardonal,
lo repiten como loros
to las viejas del lugar.
FOTO: Erick Fuente López (marzo 2018)
A la mañana siguiente las calles estaban intransitables. El cielo seguía encapotado y tan sólo una mancha blanca se distinguía por encima de los castaños de los Cuestos Tendales. ¿Eran indicios de que en algún momento del día se atrevería a asomar el sol?
                                                 FOTO: Erick Fuente López (marzo 2018)
La luz del candil estuvo encendida toda la noche en el cuarto del ti Andresote. La ti Dolores le había preparado un bebedizo contundente: al vaso de leche casi hirviendo le había añadido media copa de aguardiente, una pizca de canela y una cucharada de manteca que lo culminó con una rama de orégano. Aparte le aplicó una cataplasma que sacó de un preparado de hierbas y de otros componentes que le había confiado un curandero una de tantas veces que tuvo que ir a Ferreras.
Hablan de una de las mayores nevadas que se habían conocido en los últimos tiempos. Esto parece que ocurrió a finales de la década de los 50. Dicen que en algunos lugares la nieve alcanzaba los 2 metros o más. Sobre la pared que golpeaban las rachas de viento, la nieve se amontonaba sin compasión. Cuando la ti Dolores tiró de la puerta para abrirla hacia el interior, toda la nieve acumulada se le vino encima.
FOTO; "La Voz de Rioseco" (1956) (Vecinos de un pueblo limpiando las calles de nieve)

La gente se aplicó, pala en mano, a abrir, al menos, un carril por el centro de la calle para que los vecinos pudieran comunicarse y, al menos, tuvieran la oportunidad de buscar agua de la fuente.
 FOTO: Erick Fuente López (marzo 2018)
A la mañana siguiente apareció escurrido el día. Un sol que rechinaba inundaba de luz los campos y las calles. Y así se quedó a lo largo de los próximos días, de modo que la nieve se fue derritiendo poco a poco. Sin embargo, pasaban los días y las largas noches y, tanto las vacas como las ovejas había que mantenerlas con lo que había en casa, con la hierba seca que había reservada en el pajar, pero eso se acababa. Los animales se quejaban, cada cual a su manera: mugían, berreaban...
Los lobos estaban alerta, merodeando por las afueras del pueblo y un día apareció la ti Feliciana, la Ribialga, y dijo toda alarmada, y no era pa menos: ¡Ay Diosico hermoso!, el lobo nos entró esta noche en el corral y nos dejó una oveja ajagada. Menos mal que el ti Benito se despertó a tiempo y salió con la escopeta, que si no no nos deja ni cinasco.
Aquello iba a más cada día. Lo pasaban peor, sobre todo, los que tenían las casas metidas hacia las traseras, en los linares de arriba, por poner un caso.
 FOTO: Erick Fuente López (marzo 2018)
Un día se le encendió la bombilla al ti Juanón (aunque, dicho sea de paso, entonces no había aún instalación eléctrica en Valleluengo) y dijo muy ufano, como si acabara de descubrir el nacimiento del Nilo: ¿Y pa qué coño queremos las escopetas? Pues, venga, no se hable más. Con permiso del señor alcalde, todos los que tengan algún arma de fuego que se reúnan conmigo a la puesta del sol y ya endamiaremos algo.
Y allí acudieron como clavos, en los praos de arriba, que es por donde sospechaban que podría llegar el peligro. Cada uno iba cargado con su escopeta, con el frío de la noche y con el miedo metido en el cuerpo. Cogieron a la oveja, que no se tenía en pie, y la ataron al tronco de un fresno. Ellos, los cazadores, se acomodaron como pudieron detrás de las paredes medianeras de los praos. Había que evitar que el lobo se diera cuenta de su presencia.

Apenas había pasado un tiempo y, después de que Genaro hubiera recibido una amonestación más por parte del ti Juanón, porque se empeñaba en liar otro cigarro del cuarterón que llevaba en la petaca. Pero tú, joío pol culo, ¿tú sabes lo que haces? ¿Crees que el lobo es tonto? El lobo guipa la luz, el fuego, el humo, el olor de la pólvora desde más allá de los Cuestos Carriles... Los aullidos se oían cada vez más cercanos, como si viniesen del lao de los Sardunicos.

                          FOTO: Imágenes libres de regalías de Lobo Ibérico (Shutterstock)
El ti Juanón era un hombre listo y astuto. Sabía lo que se traía entre manos. Naturalmente, la oveja se sentía abandonada e indefensa y berreaba desesperada. Sus compañeras de los corrales colindantes le respondían solidarias. Los lobos con los oídos tan finos, siempre con las orejas echadas pa lante, captaron de inmediato las señales de alarma y se dirigieron raudos al lugar de los hechos. De los cuatro que formaban la manada, tres se quedaron como reserva y refuerzo en mitad de los linares, mientras que el líder enfiló el camino hasta las Cruces y desde allí perpetró el ataque.  (Este lobo lo reconocería después el ti Andresote como el que le salió en el valle de Palazuelo.)
FOTO: Erick Fuente López (marzo 2018)

El lobo se tomó su tiempo y se sentó como un perro dócil para organizar el envite final. Observaba los alrededores, olfateaba el aire, la nieve. Agudizó el oído y la vista, los sentidos más desarrollados y potentes que tienen los lobos, incluida la visión nocturna.
Anacleto dio la voz de alarma: ¡Ahí está! Mira el hijo puta, con qué cuidao viene, ése ha olido algo. El ti Juanón mandó silencio: y que naide dispare ni se mueva. Cuando lo haga yo, cada cual que mire lo que tiene que hacer.
Se produjo una espera tensa. El lobo se acercó dando largas zancadas y en el mismo momento que saltó sobre la víctima, cayó redondo sobre la nieve. El ti Juanón lo había abatido, no era casual que estuviera reconocido como el mejor cazador del pueblo.
Ya está. Ya cayó. Este ya no vuelve. Pa él tiene. Y esto mismo había que hacer con todos, ¡qué cojones!
Y yo pienso, remató Genaro, que igual hasta le podemos sacar unas perras si lo llevamos por los pueblos pa que la gente lo vea.
                                              FOTO: Erick Fuente López (marzo 2018)
To be continued
(Continuará)

domingo, 18 de diciembre de 2022

"A UN SIN TECHO DE MI CALLE"

Lorenzo. amigo fiel y leal (se hace llamar Loran para los amigos), es un viejo conocido de Peque, (aunque yo peine alguna cana más que él)  que, como a la mayoría de los mortales de la contorna, le tocó emigrar, en su caso a Madrid. Me envía por whatsApp estos versos, de cosecha propia, y yo se lo agradezco dándoles cabida en este blog.

Lorenzo mira de frente, no sabe mirar de lado. Al pan, pan y al vino, vino. Lorenzo reclama vivir el aquí y el ahora. El hecho concreto. No importa si es húngaro o si es afroamericano, nacido o no en España, con papeles o sin papeles... Le mira a los ojos, directamente a los ojos y descubre la mirada  triste, pero la mirada honesta de una persona. ¡Es un persona!, no se hable más. Con eso basta.. Le observa con aire comprensivo y escribe lo que piensa:

"Húngaro, de nacimiento
en España, un sin techo.
Tiene papeles y un suelo
donde descansar sus huesos.
En Cruz Roja, uno más,
un vago en Comunidad, 
sucio en el Ayuntamiento.
Compasión de los vecinos,
desde el Bajo hasta el Sexto.
¿Qué es lo que necesitas?
...con poco convencimiento!!
Apenas habla español.
este extranjero sin techo,
le damos unas migajas 
y ya quedamos contentos.
Este no solicita ayudas
ni cuenta como extranjero.
En un camastro mugriento
pone a descansar sus huesos.
Se tapa cuando le miran,
foráneos y madrileños.
¡Qué poco nos interesan 
estas gentes que miramos
con desidia y con desprecio!
Queremos que ayuden otros,
nosotros nos escondemos.

Esta sociedad que habla
de inflación y de decretos,
¡qué poco habla de empatía 
y de problemas concretos!
Algunos con...¡Dios te ayude!,
otros, más indiscretos,
...¡que se vaya a su país,
éste que vive sin techo!

¡¡VAYA GÉNERO IN-HUMANO,
QUE, EN CASOS QUE CONOCEMOS,
MIRAMOS PARA OTRO LADO,
Y ... NO PONEMOS REMEDIO!!

Jesús Lorenzo (Amigo de Peque, que vive en Madrid)

 Gracias, Loran. Eres un toca...conciencias. Pero no pasa nada, porque últimamente andamos faltos de gente que nos dé la tabarra, que nos revuelva las tripas y que nos digan que por ahí fuera pasan estas cosas y que nosotros vivimos en una calma chicha. (Bueno, un abrazo)

Nuestra calma chicha.




sábado, 3 de diciembre de 2022

CUENTOS AL CALOR DE LA LUMBRE.



 "...Y he visto:

que la cuna del hombre la mecen con
cuentos.
que los gritos de angustia del hombre
los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan
con cuentos,
que los huesos del hombre los 
entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre
ha inventado todos los cuentos..."
LEON FLIPE (Poeta nacido en Tábara)

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Yo conservo la memoria de aquellas noches negras (está oscuro como la boca el lobo...) cargadas de miedo y de misterio. Yo vivía en casa de mi abuela y, al ir por la calle abajo después del rosario, sobre todo si eran noches de novena, de las ánimas pongamos por caso, pues yo veía fantasmas por todas las esquinas, que no desaparecían hasta que no estaba instalado cómodamente al calor de la lumbre. Es que la buena de Bernardina, con la mejor intención del mundo, ilustraba las novenas leyendo alguna historieta de ánimas que nos contaban con todo detalle el suplicio al que estaban sometidas por sus pecados... y ¡coño! aquello se te incrustaba entre las entretelas de la piel, te alteraba los miedos y, desde luego, no era el mejor somnífero para conciliar el sueño.

Los cuentos iban en la misma dirección: agitar, remover los fantasmas del miedo, porque los miedos eran necesarios y eran buenos para conseguir individuos dóciles y obedientes, sometidos a la voluntad de los superiores jerárquicos, a las autoridades y al poder.
Me acuerdo del contenido de cuentos de lobos y trataré de traer aquí alguno de ellos.(Realmente nos los contaban como que hubieran ocurrido de verdad. Yo los cuento tal como los oí. Habrá alguna cosa, nombres, etc, que yo me invente, pero es lo de menos, porque no alteran el contenido de lo que narraban)

I.- SOCORRO, QUE VIENE EL LOBO!

"Erase una vez

un lobito bueno

al que maltrataban

todos los corderos..." 

JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO

Reserva de lobos en Robledo (Puebla de Sanabria)


¿Dices, historias de lobos? ¡Uy de mina, las veces que se lo habré yo oído contar a mi abuela! Siempre a vueltas con el lobo, y siempre, al pobre animal le tocaba ser el malo del cuento. Aquellas noches largas de invierno nos poníamos todos acurricadicos como una piña al amor de la lumbre, con un buen burrayo, eso sí, gracias a Dios, que frío no pasábamos; si eso, metías un leño más y ya está. Bueno, pero a lo que voy, que me enredo yo sola. Mi abuela nos contó lo que le pasó al ti Ambrosio un día de finales del mes de noviembre: Dice que era un lunes de feria en Mombuey y que él, que pa entonces era un rapá pequeño, pues fue con su abuelo, el ti Andresote, los dos montados en el burro. El ti Ambrosio iba más contento que unas castañuelas. Toma, claro, es que en aquellos tiempos ir a Mombuey era como ir a la capital.

Reserva de lobos en Robledo (Puebla de Sanabria)
Y el caso es que al llegar a las Viñas de Garrapatas (Bueno, hija, tampoco te pongas así de espléndida, a mi que me perdonen, pero antes el pueblo se llamaba así). Pues, lo que digo, que al llegar allí el burro se encabritó, se plantó de golpe y ni pa lante ni pa tras. No había manera, por más que el abuelo le arreaba sin compasión con la cacha. El burro, con las orejas tiesas, la cabeza empinada pa riba, con los agujeros de la nariz abiertos como bucalones. Al rato escucharon como unos aullidos lejanos, pa la parte de Peque. En aquella dirección se divisaban unas nubes negras y apelmazadas, que parecía como si estuvieran posadas sobre los picos de la sierra. Al abuelo no le gustó nada aquel panorama, que aberruntaba nieve y, vete tú a saber si no les pillaría en algún momento del día.


(Enguarina o anguarina. Esa especie de abrigo era la prenda que usaban los hombres durante el invierno. Era un abrigo confeccionado en tela de pardo. El ti Andresote iría vestido de esa guisa. El ti Ambrosio, lo más seguro es que llevara una manta, de las que se llamaban tapabocas.)

(Centro de Interpretación del lobo 
Robledo)

Por fin, parece que el burro se avino y, como cesaron los aullidos, continuó el camino.
A media tarde, empezaron a caer las primeras chispas de nieve. Menos mal que pa entonces ya habían cumplido con la feria, quiero decir que ya habían dao cuenta de la ración de pulpo y el cuartillo de vino. También habían comprao ya la docena de sardinas pa cenar.  Así que, una vez aviaos, se pusieron en marcha de vuelta pal pueblo. Atrás dejaron la villa y, a medida que avanzaban, el camino se iba cubriendo cada vez más del manto blanco.




Cuando llegaron al valle de Palazuelo caían copos como puños. Al burro le costaba subir la cuesta hasta remontar la Raya. Y debió de ser allí mismo, en mitá del cuesto, donde aparecieron los malditos animales.

Menudo susto, hija... Debían de ser, por lo menos tres lobos. Uno de ellos, dice que fincó el culo en mitá del camino y que de allí no se movía. Los otros dos daban vueltas alrededor del burro, se cruzaban por delante, se restregaban sobre las piernas del abuelo y del rapá.

El ti Andresote gritaba: "¡Socorro, auxilio, que nos atacan los lobos, que alguien nos ayude! Ya ves tú quién le iba a oír, viendo la hora y el lugar donde estaban. La noche se les echaba encima y cada vez se cerraba más con la cantidad de nieve que caía. Tanto el abuelo como el pobre nieto se desgañitaban, hasta que, claro, luego pasó lo que pasó. Fuera por el susto o por el esfuerzo que hicieron, el ti Andresote se quedó mudo como una pared. Se le puso una cosa en la garganta que no era capaz de pronunciar ni una palabra. Y el ti Ambrosio también tuvo pa él. ¿Por qué te crees que es tatarión?
El que sí se defendió como un valiente fue el burro. Dice que uno de los lobos le estaba mordiendo y tirando del rabo y el burro no se lo pensó dos veces, levantó las zancas y al lobo no le quedaron ganas de enredar, lo despanzurró. Y los otros dos reaccionaron, vamos, que debieron aprender la lección. Como si jugaran al escondite, se marchaban, volvían, intentaban atacar sobre la cabeza y el pescuezo del burro. Parece que los viajeros, aunque seguían cagaos de miedo, espabilaron y empezaron con trucos que habían oído de nantes: el abuelo sacó una caja de cerillas y, cada vez que asomaba alguno de los lobos, encendía una y ¡patas pa qué os quiero! El rapá se quitó el tapabocas y empezó a arrastrarlo por el suelo y eso también los espantaba.
La cosa es que cuando ya se avistaban los primeros castaños divisaron una luz a la altura de las Carboneras, al lao de la bodega de Celestino. Podía ser la luz de un farol. Los lobos dieron un último espantón y desaparecieron. Y en ese momento todo el mundo se puso a gritar, ¡Ay Diosico hermoso, virgen santa de la Carballeda! ¡Ay el mi Andrés, Ambrosio, hijo! Venga, venga, que ya pasó todo. Alguien subió a las campanas y tocó a arrebato. En unos minutos ya estaba allí arremolinao todo el pueblo en persecución de los malditos lobos.


NOTAS: Supongo que muchos habréis oído contar esta historia de maneras distintas. Yo la he situado en este lugar, porque lo conozco mejor que el territorio donde me contaron que había sucedido. Parece que le ocurrió a alguno de los que se dedicaban a la venta ambulante o similar en la comarca de la Cabrera Baja.
En Donado, pueblo de La Peregrina, en la casa donde recuerdo que pernoctábamos alguna vez, contaban que la dueña de la casa se había quedado muda por un percance que había tenido con un lobo.
En Mombuey se celebraban ferias todos los lunes del año. En Rionegro había tres al mes: los días 1, 10 y 22. El camino para ir a Mombuey partía del pueblo desde Traslugar o por la Chana. Llegaba a Palazuelo (San Mamés), cruzaba las viñas de Santa Eulalia y desde asquí enlazaba con lo que se conoce como Camino de Mombuey. (No tiene pérdida).
El miedo a la noche, sobre todo, a viajar en aquellas condiciones en la noche, era real y era fuerte. Mi abuela, como todo el mundo de aquellos tiempos y lugares, antes de ir a la cama pasaba por debajo de la Tinada (Tenada) y, cuando se incorporaba, miraba al cielo en esas noches sin luna ni estrellas y siempre decía lo mismo: ¡Pobres de los que andan por los caminos, que Dios se apiade de ellos...!


To be continued
(Continuará)


viernes, 18 de noviembre de 2022

EL OTOÑO DE LA VIDA


"aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza
porque el futuro se nos vuelve escarcha..."
MARIO BENEDETTI.

Otoño, caricia de lluvia tierna y de melancolías. Borbotones de nostalgias, rebuscando entre el  mullido manto de las hojas, los recuerdos.
Otoño, jornadas de retiro interior, revisando los adentros, ("lejos del mundanal ruido..."), supervisando los recovecos del alma, buscando el silencio como reclamo, como refugio. Igual que el poeta, uno va sintiendo que también de su alma han empezado a caer las hojas. Es tiempo de otoño.

El poeta Pablo Neruda observa el otoño como una estación o etapa de despedida de la vida. Va echando de menos las cosas buenas, las cosas que, sin que uno lo pretenda, ha ido dejando atrás: la hora de las espigas - la mano que te induce - la rosa que desates - la boca que te bese - ...

La mariposa volotea 
 y arde con el sol, a veces

Mancha volante y llamarada,
ahora se queda parada
sobre una hoja que la mece

Me decían: No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece
.

 Yo tampoco decía nada.
Y pasó el tiempo de las mieses
                                                   
Hoy una mano de congoja                                                    
llena de otoño el horizonte                                                    
y hasta de mi alma caen hojas.


Me decían: No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.
                                                                       
 Era la hora de las espigas
 El sol, ahora, convalece.   
                                   
Todo se va en la vida, amigos.  
Se va o perece.

Se va la mano que te induce 
Se va o perece.

 Se va la rosa que desates.                                                   
También la boca que te bese.

El agua, la sombra y el vaso.                                                
Se va o perece.                                                                      
                       
Pasó la hora de las espigas.
El sol, ahora, convalece.  

Su lengua tibia me rodea
También me dice: Te parece.

La mariposa volotea,
revolotea,
desaparece.

PABLO NERUDA                                                                                           

domingo, 18 de septiembre de 2022

UN HOMENAJE MUTUO (DE TOD@S HACIA TOD@S)




                                             

Pudiera ser ese cruce de caminos. Así, sin mas. Cosas peores han ocurrido y nos las hemos tenido que tragar. Ahora no son más que unas simples fotografías, que puede que se hayan trastocado y no pasa de ahí la cosa. Por supuesto, que tú ya no crees en brujas ni en coruxas ni meigas. Vale, vale... Pero y si fuera una bruxa especial, un hada madrina buena, con una varita mágica que lo puede todo... Y si... No sé. Solo sé que a mi me llegaron estas fotos al correo electrónico. Y no se me ocurrió otra cosa que apropiarme de ellas. Hombre, pero si aparecemos, tanto Bernardino como yo, hechos unos mozos. Qué buen tino has tenido, Alegría. Gracias.
El hecho está en que el día 17 de agosto la Asociación dispuso que se celebrase como "Día de la Asociación" y destacaron dos actividades programadas para ese día: 1ª La Asociación invitaba a todo el pueblo a una paella (aprovecho para agradecer y dar la enhorabuena a Miguel Angel y a Agustín, nuestros amigos cocineros de Rionegro, porque la paella se dejaba chupar los dedos y, por supuesto, repetir. Gracias, amigos). 2ª Rendir homenaje a Bernardino y a José por la labor que han realizado a favor del pueblo de Valleluengo.

Y es verdad que algunos vivimos aquellos momentos con especial intensidad. Difícil disimularlo. Insistimos en que no queríamos ser distinguidos con homenajes, al margen del grupo, separados del común de los vecinos del pueblo. Bernardino y yo somos unos más, dos más del montón. Y, en ese sentido, aceptamos dicho homenaje, en un acto público y comunitario, de reconocimiento mutuo, de todos hacia todos. Nos agradecemos unos a otros todo lo que hemos hecho a favor del pueblo. Lo que hemos hecho y lo que aún queda por hacer.
Yo, ese día, tengo que decirlo, sentí la cercanía y el calor humano de la gente. Me sentí arropado por el cariño de un pueblo que sabe querer. Un pueblo que no es indiferente a las cosas que ocurren a su alrededor. Un pueblo que sabe de abrazos y de solidaridad para con todos.

Por lo tanto, en nombre de Bernardino y en el mío propio, no nos queda sino agradecer de corazón la participación y colaboración de todos en todas las actividades y acontecimientos que han contribuido a hacer del pueblo un lugar más habitable.

FOTOGRAFIA: JOSÉ Mª GARCÍA - ALICIA FUENTE - HERMINIA FERRERO - FERNANDO MARTÍNEZ,