martes, 3 de enero de 2012

CARBALLO DE RETADUÑA


CARBAYO DE RETADUÑA (9/12/2011)


El roble, carballo o carbayo, de Retaduña es todo un símbolo para los que desde que éramos unos rapacicos lo hemos visto siempre así de grandón, de imponente, que parecía que lo abarcaba todo, que lo podía todo y que, desde luego, cabíamos todos debajo de él. Llovía, había tormenta o caía un sol de plomo derretido, pues buscábamos la protección divina  del carballo (como un roble sagrado de los druidas). Es verdad que allí anidaba la rolla (tórtola) y que muchas parejitas o tortolicos hacían también sus propios nidos al amparo de la sombra.
Otros carballos o carbayos están emparentados o forman parte de la saga: Los tres de la Duerna, sólo quedan dos, bajo los cuales los pastores aprovechaban la envergadura de sus sombras y el agua fresca de la fuente. Los dos de la Palombica, por encima el Carbayón (por cierto, Carbayón significa carbayo grande). cumplían la misma función que los de la Duerna. Los de la punta abajo de los Cuestos Tendales, enfrente de las bodegas, alguno de ellos vilmente sentenciado y sacrificado en aras del progreso, para dejar paso al tendido eléctrico. El roble de la Burrachica, solitario, pero que conserva toda su energía.

(SI ALGUIEN CONSIDERA QUE HAY OTROS ROBLES DIGNOS DE MENCIÓN, LE INVITO A QUE LOS AÑADA O QUE ME LO INDIQUE PARA AÑADIRLOS YO)

José Toribio, fiel seguidor de este blog, me apunta algunos más: Los del Pocico Frío, el Chiquero, los del Jeijico, los del Pozo Tisico Barril.
Y, naturalmente, habría que añadir los de Matacabo y los de la Ventica. Todos ellos son robles centenarios, vencidos por la historia.

AL CARBAYO DE RETADUÑA

Como una diosa madre de mil brazos
abarcas en abrazos infinitos
luz y aire, el sol en tu regazo,
y te yergues del suelo como un hito.

El tronco carcomido y horadado,
tu corazón partido late abierto,
remanso de nostalgias, ya colmado
el río, desbordado en sentimientos.

Cobijas los recuerdos de este pueblo, 
tus ramas como páginas de historia
relatan el pasado, y yo tiemblo
de emoción, escarbando en tu memoria.

Los labradores de hoces cansadas
a tu sombra fresca acunan la siesta.
Pasan las carretas, lentas, cargadas
de sudores, de fatigas y de afrentas.


Baila el aire en las hojas una jota,
gaitas y tambores tocan las aves,
el nido de la rolla en la rama flota
y aquí los amores, con ardor,…¡suave!...















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