lunes, 10 de marzo de 2014

LA LEÑA DE LA RIBERA

...leña al mono...
 ...leña, leña, dale leña...
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Suele ocurrir con frecuencia, que las cosas más sencillas y de mayor sentido común se vuelven complicadas y difíciles de entender, sobre todo, cuando no hay ganas ni intención de querer llegar a acuerdos. Fijaos lo sencillo que es ENTENDER que el reparto de la leña entre la gente del pueblo ni perjudica ni daña a nadie, todo lo contrario. Cortar la leña, en las condiciones que las normas precisan, por supuesto benefia a quienes sacan el debido provecho de ella, pero sobre todo, es el monte el que sale beneficiado, porque se limpia y se sanea.

Van unos cuantos años desde que llevamos dando la lata y no ha habido tu tía. En el tira y afloja de si la leña se debería dar a todos los que la solicitaran o que sólo tenían derecho los vecinos empadronados en el pueblo, el que ha salido perjudicado ha sido el monte. Perjudicado porque las encinas no aguantan más, se están secando, asfixiadas por el liquen y porque las cerillas -que las hay- algún día pueden cometer una avería, de la que luego nos echaremos todos las manos a la cabeza. En ese tira y afloja del que hablaba ha habido mucha cabezonería y poco razonamiento.

Antes se DABAN las suertes de leña a cada uno de los vecinos del pueblo en compensación por las labores o prestaciones que éstos hacían en los concejos, como era el arreglo de los caminos, limpieza de los caños de riego, etc. La leña se cortaba cada año y el monte estaba limpio, sano y libre de amenazas de incendio. Ahora eso ya no existe, pero el monte sigue ahí y reclama con urgencia el mismo tratamiento de antes. La mejor medicina para sanearlo es la corta anual, no hay otra mejor. 

Monte impenetrable, como una selva,
Encinas y carpizos enfermos, asfixiados por el liquen



Monte limpio, después de la corta
Antes se DABAN las suertes, en torno a 60 ó 70 (una por cada vecino), y los árboles crecían sanos y salvos. Los ganados podían pastar sin complejos, ocupando todo el monte, despreocupados los pastores por las amenazas del lobo. Había paz y armonía, sintonía de las gentes con la madre naturaleza.





Después, una vez que la leña se haya acarreado hasta casa, habrá que eliminar los restos del ramaje que quede en la "suerte". Entonces, habremos CUMPLIDO todos y habremos hecho un gran servicio al monte, el mejor servicio. El monte, las encinas de la Ribera y demás terreros comunales, es un patrimonio natural, que es de todos, y que no podemos ni debemos despreciar. Es nuestro y es lo mejor que tenemos. CUIDÉMOSLO.

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