ME DUELE MI PUEBLO

Esta vez he sentido dolor. Me ha dolido el pueblo como no lo había hecho hasta ahora. He sentido la soledad y el silencio con una sensación de angustia y, puede que también de culpa, difíciles de justificar. Y, sobre todo, he sentido la pesada losa de la  impotencia.

Allí estaba, acurrucado como un perro al abrigado del sol de la tarde. Las calles llenas de sol, de sol radiante, pero vacías, indiferentes, mudas.

Las calles silenciosas, mudas y vacías.

La soledad y el desamparo se han asentado

como una escarcha que hiela la sangre,

que paraliza los sentidos...

Y han enmudecido las campanas.

¿Y qué será de mi pueblo

si se callan las campanas?

Sólo un perro amigo me sigue y me acompaña.

Y el gato que vigila

Y con esa soledad de fondo el deterioro se percibe con una fuerza más brutal, como una bofetada. Y uno, sin saber por qué motivo, se siente señalado por el dedo.

Y con el dedo acusador habrá que señalar a los munícipes (su ilustrísima el alcalde y los ilustres concejales). He ahí la calle embarrada. ¡Qué vergüenza! (¿Os acordáis que recogimos firmas para acompañar el escrito de denuncia que enviamos al Procurador del Común, en el año 2006? Esta fue la respuesta que envió al Ayuntamiento.- "La Ley 1/98 de Régimen Local de Castilla y León, considera de interés general y esencial...que todos los municipios presten a sus vecinos en condiciones de calidad adecuadas, los servicios mínimos establecidos en la Ley 7/1985...estando obligados, además, respecto a sus vecinos, a realizar una prestación de este servicio en condiciones de igualdad, con independencia del núcleo en que residan"

"Por todo ello ... esta Institución ha valorado la conveniencia de formular a Vuestra Ilustrísima la siguiente RESOLUCIÓN:

Que por parte de esa Corporación Municipal se articulen los mecanismos ... para que se proceda a la pavimentación adecuada de las calles de la localidad de Valleluengo, en concreto las señaladas en el expediente de queja..."

León, a 20 de enero de 2006

¡Ya ha llovido desde entonces! (En los próximos días haré un escrito denunciando de nuevo la situación ante el Procurador del Común.)

Pero no vamos a darnos por vencidos, no. Seguiremos fieles el camino, avanzando,  retomando la esperanza porque hay motivos para ello. Hay motivos de sobra para percibir y gozar la belleza de cualquiera de los rincones: las viejas construcciones, los prados con los fresnos desnudos, las pozas y los tubos de la fuente otra vez llenos como antes.

Y se ha de imponer la esperanza porque de esa soledad y de ese silencio ha de germinar la luz y la vida. Siempre nos quedará la primavera y el bullicio del verano.

Valleluengo, 27 de diciembre de 2018.