sábado, 19 de enero de 2019

MIS RAÍCES. VALLELUENGO Y MARIBEL PRIETO

Maribel Prieto Gallego nació y vivió en Valleluengo. Vivió allí aquellos años mágicos de la niñez y parte de su adolescencia. Como todos, pateó las calles llenicas de barro o de "tollo", que tanto nos ha de dar una cosa como otra. Como a todos, también a ella le tocó cargar con el caldero o con la barrila llena de agua desde la fuente hasta casa. O, si cuadra, puede que alguna vez se le agarrotaran los dedos del frío, al ir a buscar la carga de nabos a los nabales o a los linares...

Y, por no ser ni más ni menos que nadie, pues un día cualquiera (puede que con apenas los 15 o 16 años de edad), sin darse mucha cuenta de lo que hacía, se vio enredada con una maleta de madera o de cartón, forrada en tela. La preparó, se subió a la Vergaresa y, con la intención decidida de afrontar una construcción del futuro más digna, traspasó la frontera imaginaria que separa el pequeño mundo de los que se quedan y el de los que se fueron... y emigró.

Y ahora, cuando los días parecen más livianos y se pasan en un soplo, y son las risas y la bulla de los niños los que llenan la casa y avivan la brisa de ese soplo. ¡Ay los nietos!, que llenan de sentido nuestras vidas. Son los nietos,¡benditos ellos! los que nos remueven la inocencia y nos despejan el camino de vuelta a la niñez. (Enhorabuena, Maribel, por tus cinco nietos que, seguro abren los cajones de tu memoria, lo revuelven todo y te obligan a rebobinar en el camino de vuelta.)

Sí, es ahora cuando se desborda la nube de recuerdos. Maribel los ordena, los hilvana y les busca acomodo para recuperar "la inocencia hecha jirones..."... la inocencia de la niñez: el calor al rescoldo del hogar, "los zapatos nuevos de charol"..."las campanas que anuncian la fiesta"...

 Gracias por todos esos recuerdos.
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MIS RAÍCES. AÑORANZA DEL TIEMPO VIVIDO EN VALLELUENGO

Maribel Prieto Gallego


Volver a los orígenes,
colgarme del cuello
de mi joven padre,
mirarme en sus ojos
de mar en calma.


Y acurrucarme una vez,
solo una,
en el regazo sosegado
de mi madre.








Volver a vestirme de domingo,

 ponerme los zapatos
nuevos, de charol.

Escuchar de nuevo
 el eco alegre
de las campanas
lugareñas…,
anunciando fiesta
 de guardar,
en Valleluengo,

Sentir de nuevo
aquella emoción
que estallaba en el pecho como un
surtidor
de alegría plena,
sin retrancas.





Y volver, trayendo conmigo, ese
soplo
de redención, que es
pura luz.








Qué lástima
que hayamos dejado
la inocencia hecha
jirones, por los caminos
tortuosos y quebradas,
 donde el relente
nos ha helado más de
 una vez el alma.




Debiéramos tener
el corazón híbrido
para poder crecer,
y a la vez guardar
algo de la magia de la
niñez, conservarla
para usarla de “a pocos”, cuando
la necesitamos.

Cuando, enfermos,
ancianos,
cuando los ojos
parecen pozos, casi sin fondo,
húmedos.
Cuando tan longevos,
que dicen ser el mejor
de los casos,
pues lo peor es:
que a esas edades
el diablo pasa muy a menudo las
facturas.




2 comentarios:

  1. Todo un Honor,coincidir en la travesía de la Vida,contigo Maribel.Inspiradora Poeta.Mil Gracias

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  2. Querido/a Unknown (desconocido/a), muchas gracias, en nombre de Maribel.
    Dinos quién eres, porfa... Un saludo.

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