ROMPE EL ALBA ESCARCHADA SOBRE LA BLANCURA HELADA DE LOS PRADOS, LA TARJETA DE VISITA DEL INVIERNO. HA LLEGADO, HA ENTRADO POR LA PUERTA GRANDE EL INVIERNO EN VALLELUENGO. |
Unos días en el pueblo. Paz y tranquilidad. Amaneceres bajo cero y mañanas empapadas en sol.
Hace frío y la primera tarea del día ha de ser encender una buena lumbrada, así que manos a la obra. Mientras se aviva el fuego afloran los recuerdos de aquellos fríos, con aquellas escarchas alumbradas con chupiteles en los aleros de los tejados. Entonces casi siempre era la madre la que se encargaba. Ella era la primera en tirarse de la cama. Encendía el fuego para que la casa estuviese caliente para cuando se levantasen los hijos. Amor y entrega de madre. Desde los tiempos más remotos fue la mujer la encargada de mantener vivo el fuego, el calor del hogar, el fuego sagrado de los dioses. (Homenaje agradecido y cariñoso a esas mujeres abnegadas).
Empezamos el día. El pan torrado, puede que con un toque de mantequilla y mermelada (antes -en los tiempos de los chupiteles-, pudiera ser con manteca del cerdo o...¿por qué no?, empapado con unas gotas de aguardiente...¡ay, quién pudiera regresar a aquellos placeres ahora prohibidos!)
Frío en las primeras horas del día, pero después la mañana queda diáfana, anegada en luz y en sol, un sol benigno, un sol bendito que anima a caminar, a solazar el alma, pisando los carámbanos de los caminos, respirando hondo el aire puro de los pinos, los robles o las encinas, la carqueisa y la urz... (que, aunque menos, conservan aún restos del aroma que desprendían en la primavera y el verano).
INHÓSPITAS LAS CALLES, HOSCAS Y FRÍAS.
DOBLEGADOS LOS FRESNOS, SOPLA EL VIENTO
QUE BARRE LAS ÚLTIMAS HOJAS DEL OTOÑO.
GOLPEA LAS ALDABAS DE LAS PUERTAS
YA CERRADAS A CAL Y CANTO.
NADIE ACUDE A LA LLAMADA
Languidece la tarde. Sangre roja sobre el cielo de la Chana. No hay alarma sino promesa cierta de sol radiante para mañana.
Cae el telón de la noche, una noche de luna -fase de luna llena- (luna lunera, cascabelera...), una noche luminosa.
Cae la noche sobre las calles desiertas, a la espera de nuevo del bullicio, del griterío de los rapacicos, que alegran y llenan con sus risas los días y las vidas de los que sentimos y amamos el pueblo. A la espera de las tertulias de los vecinos que toman el fresco cada noche a la puerta de sus casas.
Cae la noche, pero sobre el cielo granado en oro de la Chana se vislumbra un sol radiante y luminoso, que promete el resurgir de nuevo del bullicio y de los gritos, de las tertulias al fresco y de los paseos que mitigan y reposan las cenas más copiosas y pesadas de la cuenta. Mientras tanto, nos queda la paz, la tranquilidad y el silencio forzado.
LAS FOTOS FUERON HECHAS EL DÍA 5/12/2014