jueves, 18 de octubre de 2012

A LA RICA CASTAÑA






    Decían los viejos del lugar, con su pícara y honda sabiduría, que el mes de octubre era el mejor mes del año.
    - ¿Y por qué?
    - Porque se abre la castaña y crece el nabo.

    Bien, pues, hablando de castañas y, recordando el mes de octubre, ese mes envuelto ya en el halo romántico del otoño, con el fantasma de las nieblas mañaneras, el arco iris de colores posado sobre las hojas de los árboles, el refugio amoroso de la lumbre, las castañas asadas en el tostador (un caldero de lata con el culo perforado). Las noches largas, que se acortaban degustando las castañas con la jarra de vino o -eso ya era para nota- con el "moja/moja" de la blanca. Todo eso y mucho más era octubre y todo eso aflora ahora en el recuerdo.


Parque Casas del Hogar (Palencia)

    Y aflora también, porque quedó muy grabado, el trajín de cada día, el dale que dale a la vida para salir adelante como se podía. Era muy poco romántico para las mujeres, por poner sólo un ejemplo, tener que levantarse a primera hora de la mañana, cargar la carreta hasta arriba de abono del corral o de la cuadra, acarrearlo hasta sabe Dios dónde, hasta el Revuelo, mismamente, arramarlo (derramarlo), volver de regreso y llenar de nuevo la carreta, esta vez de paja en la era para echarla de cama para las ovejas en el corral o en la cuadra para las vacas...(aunque esta tarea correspondía más bien a la segunda quincena de septiembre). Ahora, en octubre, irían a sembrar, era la sementera. Un suco (surco) y otro y otro más, siguiendo los pasos lentos y pesados de la pareja de vacas. Arar, sembrar y arar de nuevo para cubrir la semilla esparcida. Una tarea ingrata, dura y, muchas veces, inhumana, tratándose de aquellas pobres y arrastradas mujeres, (pero qué podían hacer las pobres, si se habían quedado ellas solas cargadas con todo el peso de la faena, porque los hombres, ¡ay qué pobres también ellos!, habían tenido que emigrar - generalmente lo hacían desde septiembre hasta la siega de la hierba - Años 1950 a 1975, más o menos).
  Los rapaces también teníamos nuestra ración de ese romanticismo tan particular, que sólo anidaba en la casa de los pobres. Por la mañana bien tempranico, con el morro arrugado, las lagañas pegadas a los ojos y los mocos colgando, cogíamos el caldero o el cesto y nos íbamos a disgusto a recoger las castañas que habían caído esa noche. Empezaban las primeras heladas y las manos se convertían en puros témpanos de hielo, o sea, de carámbano. Los picos de los pellizos se clavaban entre las uñas y eso dolía, ¡coño que si dolía! Podéis probarlo, ya sabes los ingredientes: frío de helada y picos de pellizo entre carne y uña, ¡es una gozada! A las 10 a la escuela y, por la tarde, a partir de la salida de la escuela - a las cinco - de vuelta de nuevo a la tarea. A esas horas habría que varear (golpear las ramas con una vara larga para tirar los pellizos). Con los zapatos de madera (botas con el piso de madera y la cubierta de cuero, atados con correas también de cuero) se pisaba y restregaba sobre el suelo el pellizo para que se abriese. Las castañas se sacaban con la mano y de ahí que los picos, pues lo dicho.



    Valleluengo está rodeado de castaños. No parece un pueblo asentado en plena comarca de La Carballeda, precisamente porque los castaños son más propios de Sanabria. Dicen en el pueblo que fue un cura, yo no sé si sería D. Toribio o quizás el anterior a él, D, Eulogio, (los dos, anteriores a los años 50). Digo que uno de los dos procedía de un pueblo de Sanabria y fue el que introdujo estas plantas en el pueblo. Convenció a la gente para que las plantara porque eso supondría un pequeño ingreso con la venta de las castañas y también porque la madera se podría aprovechar y era muy apreciada. Los pueblos de alrededor no tienen castaños y eso originaba ciertas desavenencias y algún conflicto que otro. Los de Santa Eulalia, entonces Garrapatas, asomaban el morro por los castaños de La Raya y en más de una ocasión se encontraron con alguna piedra suelta que los rapaces, escondidos en el Barranco, les soltábamos como "bienvenida". Lo mismo les sucedía a los de Rionegro con los castaños de las Viñas, al lado de la carretera. Pues, claro, lo que decía la gente: el que quiera castañas, que plante  castaños.
Castañera en la C/ Mayor de Palencia

Escultura en los soportales de la C/ Mayor de Palencia

Destaco el rasgo de "ciego" del autor de la escultura.

jueves, 11 de octubre de 2012

LO QUE VALE UNA HEMINA






Dos heminas colgadas

La hemina - vale también emina - es una medida de capacidad, volumen o de superficie. En Valleluengo se ha utilizado, sobre todo, para las medidas del trigo y del centeno. Una hemina equivale a 14 kgs de trigo o de centeno, más o menos. La hemina estaba establecida como unidad, de modo que, a partir de ella, se derivaban otras medidas, con múltiplos y submúltiplos o divisores, igual que ocurre con el sistema métrico decimal (¡Vaya rollo eso de los múltiplos y divisores allá en la escuela!, el que no se acuerde que levante la mano). 

 MEDIDAS DERIVADAS                


  •   LA FANEGA                      3 heminas             42  kgs
  •   LA CARGA                      12 heminas           168    “
  •   EL CELEMÍN                 1/4 de hemina           3,5 “                                                            
(Una cuenta rápida con estas medidas nos puede dar la idea de la situación de pobreza en la que se vivía en el pueblo. Podéis hacer el cálculo: quien más quien menos recogía entre 5 y 10 cargas de trigo y entre 10 y 20 de centeno. Ese era el pan para todo el año y el pienso para las vacas y demás animales que había que mantener en casa. Echad cuentas y decidme si se puede vivir en esas condiciones.)

La hemina era también una medida de superficie, que equivalía aproximadamente a 1000 m2. El cálculo de esta medida estaba asociado a la cantidad de grano que se empleaba en la sembradura o sementera de esa finca. En Valleluengo se contaban con los dedos de una mano las tierras que tuvieran esa extensión. Y es que estamos hablando del minifundio, de fincas muy pequeñas, demasiado pequeñas para poderles sacar el rendimiento adecuado.

He subrayado a propósito las palabras con las que me refiero a la aproximación de las medidas, porque éstas, al traducirlas al sistema métrico no eran exactas al cien por cien. Y no eran exactas porque antes de establecerse con carácter universal el sistema métrico decimal (año 1889[1]), cada país y, dentro de España, cada región, tenía su propio sistema y, aunque, a veces, podían coincidir los nombres de las medidas, como en este caso, la hemina, no valía lo mismo en cada lugar[2]

Las dos heminas de la foto anterior
Pero yo no quería liarme con estas historias de si vale tanto o cuanto la hemina o el celemín. Con el título de este capítulo me quiero referir al valor de la hemina como pago de servicios varios, de las faenas más variopintas que marcaban el trajín cotidiano de las gentes del pueblo. Veamos:

POR AGUZAR[3] LAS REJAS.- (En el pueblo había varias fraguas: la fragua del pueblo – la fragua de Jesús el Cojo – la de Isidoro Toledo – la de Lorenzo y la de Ernesto. Más adelante, finales de los años 70, tenían que acudir a los herreros de Santa Eulalia o de Molezuelas. Cada vecino contrataba los servicios con el herrero que le pareciese, para aguzar las rejas u otros menesteres del oficio)
PRECIO.- Cada vecino entregaba una hemina de centeno al año por pareja de vacas.
Antigua fragua del pueblo, al lado de la fuente.


Restos de la fragua de Jesús el Cojo
Restos de la fragua de Lorenzo

POR LLEVAR LA VACA AL TORO.- (Cuando una vaca “andaba a bueis” – así se decía – o sea, que estaba salida y, por tanto, había que procurarle la asistencia del toro, pues se la llevaba hasta el pueblo o lugar donde éste estuviese. Que yo recuerde, casi siempre se llevaban a Rionegro, al toro del Tostón. También a La Milla y Molezuelas. Hubo algunos años que el pueblo contó con uno para uso exclusivo de su propia vacada y lo tenían alojado en la fragua del pueblo. Creo recordar que el ti Antolino tuvo uno también. En cualquier caso esto del toro se merece un capítulo aparte, ahora no toca.)
PRECIO.- Una hemina de centeno por cada cubrición bien hecha. Vamos a ver, que no es broma. Con lo de la cubrición bien hecha me estoy refiriendo a la garantía de las cosas bien hechas. En este caso a que la vaca debería haberse quedado preñada. Entonces decían "ha quedao o no ha quedao". En el segundo caso se volvía a llevar la vaca, se intentaba de nuevo y vamos a ver qué pasa.

POR LOS SERVICIOS DEL CURA.- El cura cobraba en especie los servicios que prestaba por su labor de párroco. Lo mandaba el quinto mandamiento de la Santa Madre Iglesia: “pagar diezmos y primicias a la Iglesia de Dios”. Los diezmos, que eran la décima parte de los bienes o ingresos de la gente, ya fueran en cosecha, de producción agrícola o ganadera o lo que fuere. Esas cantidades quedaron relegadas a otras épocas y en los tiempos de los que estamos hablando se fue quedando en la hemina, lisa y lironda, la hemina rasa.
PRECIO.- Cada vecino le entregaba una hemina de centeno al año. (Algunos en el pueblo me dicen que, por tratarse del cura, le llevaban la hemina bien colmada – bien llena – Otros, a los que yo doy más crédito, lo niegan y dicen que, ¡leches!, que le pasaban el rasero[4] más de una vez para no llevar ni un grano de más.

ADEMÁS(SEGUIMOS CON EL CURA)

Por los oficios de Semana Santa.- Cada vecino le daba una arroba de patatas (entre 11 y 12 kgs). Yo no llegué a conocer este pago.
Tras el nacimiento de un hijo/a.- La madre se “presentaba” en la iglesia, después de cuarenta días de haber dado a luz. A la entrada de la iglesia, en el portalico, el cura la recibía, la bendecía, la “purificaba” y, una vez limpia y pura, podía entrar en la iglesia.
PRECIO.- Una gallina ponedora.

COMO RECOMPENSA O LIMOSNA.- Es el caso de San Mamés. No sé si habría algún otro santo que se lo mereciese tanto. ¿Acaso las vírgenes romeras, como La Peregrina o La de Los Remedios?, no lo sé. Hombre, aquí no se llegaba a tanto como para soltar así sin más una hemina de centeno, aunque el favor que se le pedía al santo o a la virgen o aquel favor ya recibido, pongamos por caso, lo exigiese. – “Bueno, con una mostadica o dos iba aviao – me contesta alguien que se acuerda bien de todas esas cosas. Había algunos que sí le llevaban, igual hasta la “himina” entera, no te digo que no, pero eran los menos”.







miércoles, 5 de septiembre de 2012

EXCURSIÓN A LEÓN

"Qué buenas son las Hermanas Ursulinas,
qué buenas son
que nos llevan de excursión..."

Un día de agosto a alguien se le ocurrió la feliz idea de organizar una excursión a la ciudad de León, con la excusa - ¿por qué no? - de encontrar un buen yantar en las bodegas del pueblo de Valdevimbre. Y, dicho y hecho, 32 personas de Valleluengo llenamos el microbús y cumplimos con el programa establecido (Bueno, lo de cumplimos es sólo un decir, como se verá más adelante...)



"Rincón por rincón, León..."

El monumento de Guzmán el Bueno se encuentra en la plaza del mismo nombre, nada más pasar el puente de los Leones. Aquel fue el lugar de la llegada y de la partida. Felicísimo, sabedor de historias y de anécdotas, por su amplia cultura viajera, nos cuenta el motivo de la orientación de la  estatua, que tiende la mano dirigida hacia la estación de Renfe: "La estatua está diciendo: si no te gusta León / ahí tienes la estación."








  Uno de los rincones visitados, como no podía ser de otra forma - ¡hombre, por Dios! - fue la catedral, la llamada con justicia la pulchra leonina, por su belleza. En este punto tendré que matizar y contar las cosas tal como sucedieron. La cosa fue que los más devotos y las más devotas se colaron dentro como bien pudieron y disfrutaron de la luz y del color de las vidrieras. Y los más "de bota" recalaron en los abrevaderos del cercano Barrio Húmedo y no se les volvió a ver el pelo en toda la mañana. (Si no lo digo reviento, así que ahí queda, aunque va sin acritud ni ánimo de bronca, total, pa qué).





San Isidoro



San Marcos




Bodegas de Valdevimbre


La cueva del Cura








Entremeses variados de la tierra, ahumados, por supuesto
Tortilla guisada
Cordero asado
Postre casero












viernes, 31 de agosto de 2012

COMUNION DE PABLO


Otro día más volvieron las campanas a llenar de fiesta el aire del pueblo. La ocasión lo merecía, porque también en este caso hacía años que no se celebraba una primera comunión en Valleluengo. Pablo, el hijo de Alfonso y de Noemí (nieto de Pedro y de Marialina), lo dijo alto y claro en la radio: "hago aquí la primera comunión porque aquí la hizo también mi madre... porque me gusta el pueblo...me lo paso muy bien...me levanto, hago los deberes y cojo la bicicleta y sólo vengo a casa a comer y a dormir..." Enhorabuena, Pablo.
Fue un día completo, perfectamente organizado, un día de convivencia, de encuentro, disfrutando todos juntos: familiares - amigos - los peques y los  mayores. El sol no se apiadó y se empeñó en vencer la resistencia de las sombrillas, pero ni por ésas consiguió vencer en ningún momento la ilusión y las ganas de fiesta de los que estábamos allí .




Allí se dieron cita los mejores repicadores: Manolito, José Toribio, Jesús y Ricardo - cargado de años y no lo dudó ni un momento, subió las empinadas escaleras de piedra y la gente comentaba desde abajo: "hace hablar a las campanas..." - 







Hacía años que no había tantos rapaces en el pueblo. Alguien me dijo que había contado 25. Yo he echado mis cuentas y he anotado casa por casa los muchachos menores de 14 años, hijos o nietos de todos aquellos que vienen habitualmente al pueblo, sólo de los que suelen venir al pueblo, y me salen 59 (por supuesto, he contado también a los que aún no han nacido, pero que ya están llamando a la puerta). Una pasada. Un motivo más para la esperanza. Ahí está el futuro del pueblo: "...porque me gusta el pueblo y me lo paso muy bien..." Eso es. Las raíces hay que fortalecerlas y asegurarlas desde que el árbol nace.












Allí en la calle, bajo la protección de las sombrillas, dimos cuenta de aquella paella tan rica. Pues claro que repetimos. Enhorabuena a los cocineros y a quienes tuvieron la feliz idea de organizarla de esa manera.








Una de rancheras. "...había una rancherita / que alegre me decía...", "...México lindo y querido..." Se entregaron a fondo y cumplieron. Demostraron con creces sus dotes de mariachis curtidos, aunque al día siguiente no podían con la voz...


La sobremesa fue larga y fue una muestra palpable de la alegría que se respiraba en el ambiente. Un día de fiesta, de encuentro amigable, difícil de olvidar. Un día más marcado en el calendario de los acontecimientos importantes. Un día para apuntar en la memoria de la esperanza de un pueblo que, poco a poco, va recuperando el pulso perdido de la historia. Un pulso que ya lo estamos ganando.