sábado, 15 de noviembre de 2014

SAN MARTINO 2014

San Martino, con lluvia y con frío. Once de noviembre, una fecha marcada en el calendario del pueblo y de los demás pueblos de la "contorna". Una fecha esperada, y con razón. Hacía tiempo que la despensa había quedado sin existencias y las tripas semivacías reclamaban con urgencia  nuevos repuestos. Los cebones hocicaban entre su propio estiércol, allá en la cortea (pocilga), mientras esperaban impacientes su ración de berzas y remolachas medio cocidas, sazonadas con una lata de harina de centeno, un verdadero festín.
Eran sus últimos días y deberían acumular méritos y "arrobas" (1 arroba = 11,50 kgs. Un buen cebón = 20 arrobas) para alcanzar la "gloria" de verse coronados en su momento sobre los varales y el humo de la cocina. El otoño era dueño y señor y  marcaba el norte de los días y de las noches.
El otoño, encumbrado sobre las copas de los fresnos, les despojaba de las últimas hojas amarillas. Los prados, con los colores ocres y pardos. Los pellizos, vacíos de castañas, y los ánimos, subidos de tono, porque todo eso se interpretaba bajo el signo de LAS MATANZAS.


(-¿Cuándo matamos los cochinos? - preguntaban los rapaces impacientes a sus padres -  Cuando se caigan todas las hojas de los fresnos... respondían los padres convencidos...).
 Y así llegó San Martino: con la despensa vacía, los cochinos dispuestos, resignados y con las arrobas bien prietas y las hojas de los fresnos alfombrando la hierba de los prados. Todo a punto. (Señorita, que mañana no vengo a la escuela, porque voy a la matanza de mi tía...)

 Cada año, al amanecer del día 11 de noviembre, aparejaban el burro - (para esta ocasión tendría que ser con las alforjas nuevas, que lucían moños o penachos y borlas de lanas de colorines) - tiraban por el camino de San Mamés a Santa Eulalia y de aquí hasta Mombuey. Era la feria del ajo y era también una de las ocasiones para "mercar" la pareja de cochinos que habrían de  cebar para el año siguiente. (Cuentan las viejas crónicas que fue en en uno de los San Martinos cuando uno del pueblo -no diré su nombre- se dirigía a la feria con el ánimo alegre, dispuesto a pasar una jornada placentera y sabrosa... -el/los cuartillos de vino, el rabico de pulpo... etc.- Todo iba a pedir de boca, pero fue llegar, más o menos, a la altura de la Venta la ti Cándida cuando, he aquí que el burro se quedó como clavado en el suelo.
El hombre no hacía vida de él y por más que le arreaba con el palo, por más juramentos y pestes que echaba, no conseguía que el burro se aviniera a razones. En éstas andaba, desesperado -con la esperanza perdida - adiós pulpo y adiós vino-,  cuando un paisano que acarreaba una carga de guindillas para la feria le dio alcance. El guindillero se interesó por lo que le ocurría  y le aconsejó un remedio que le resultaría infalible.
- Hágame caso, buen hombre, coja esta guindilla y unte con ella el culo del jumento, que ya verá usté.
Así lo hizo nuestro buen paisano. Tan pronto como le aplicó el remedio, el burro partió como un rayo, echando humo y fuego, dando rebuznos de socorro y coces al viento.
- Y ahora ¿qué hago yo, si no voy a poder darle alcance? - se quejó angustiado nuestro ilustre  paisano
- Pues haga usté lo propio - le contestó el de las guindillas.
No hubo más que aplicarse de la misma guisa el ungüento y arrancó como una centella, de tal manera que no sólo le dio alcance al burro de fuego, sino que le pasó y en el momento de adelantarle le dijo bufando: en ca la Rapina te espero...)


Parece que pesa el santo...(véase al devoto porteador de la izquierda)


Deslavada, desvaída e insulsa la feria de este año. El tiempo lo hizo todo. Pocos puestos de venta y un ambiente pobre.
¡Pobre!... Más pobre aún la procesión. ¡Vamos, hombre! No llegaban a las dos docenas los "procesionarios" = (los que iban en la procesión, se entiende)  (IVA incluido. IVA = el cura, los monaguillos, las autoridades, el gaitero con el del tambotil y la pareja de la guardia civil)



El cielo plomizo, amenazando lluvia.

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